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martes, 22 de febrero de 2011

Corporativo

            Antes que nada, quiero establecer que esta entrevista es totalmente extraoficial, y lo que se discuta continua siendo, por el momento y hasta que el gobierno declare otra cosa, secreto comercial de BioGen. ¿Okay? ¿Estamos claros? Muy bien.
            ¿Dónde comenzó? ¿El tipo que come páncreas? No, eso fue la cereza en el pastel. Es difícil precisarlo. Para mí comenzó cuando el presidente de BioGen me presentó en una fiesta a este sujeto. Coronel condecorado. Tenía el pecho cubierto de medallas e insignias. He pensado pedirle a nuestros consultores militares que me enseñen cuál es la medalla de psicópata, si acaso, para no volver a contratar a alguien que la tenga. De cualquier forma, me lo presentan y me dicen:”Bob, este hombre es el coronel Miller y será nuestro enlace militar para el proyecto Proteo” Yo sonrio, lo saludo, digo “qué bien” y después tengo que llevarme al presidente a un lugar privado, para preguntarle qué demonios es el Proyecto Proteo. El viejo no puede creerlo. Hace ya tres meses que me ascendieron y nadie se ha tomado la molestia de decirme que BioGen hace...bueno... la verdad es que nadie podría explicar exactamente qué hace BioGen para el Pentágono. Supongo que es parte del problema. En algún momento, las cosas cobraron personalidad propia y nadie pudo tener ya el control o saber que estaba ocurriendo.
            BioGen manufactura vida, básicamente. Medicamentos, prótesis, terapias genéticas. Empezaron su relación con los militares vendiéndoles suero para la diarrea. Qué ironía. Pero bueno. A mediados de los noventa, un general llega y le pide a Investigación y Desarrollo: “queremos que los soldados se cansen menos”. Luego, un almirante llega y pide: “queremos que los marineros duerman menos”. BioGen empieza a acumular un paquete de tratamientos para militares. Todas las capacidades físicas que puedas pensar, de pronto tenemos esta droga, o esta proteína que incrementa tu rendimiento en ellas. ¿Y el costo completo? 200,000 dólares por cuerpo. Por supuesto, no hay manera de vendérselo completo al Pentágono. Ni siquiera quieren comprar chalecos antibalas de mil dólares. Pero entonces caen las torres y estamos en otro tipo de guerra. No hay manera de poner un escuadrón de tanques en Afganistán lo bastante rápido. Apenas pueden mandar un pelotón de fuerzas especiales. Entonces, 200, 000 dólares dejan de ser prohibitivos. Entonces llegan los hombres de traje, no los militares, y dicen:”Queremos un soldado que sea veinte soldados”. Y la fase I es todo el paquete completo. Terapia genética, reescritura del ADN. Cargar doscientos kilos, correr a sesenta kilómetros por hora. Pero no basta. Irak consume más hombres de los que se habían calculado. Ahora se necesitan soldados que valgan por cien. En la fase II entran los biólogos moleculares, los químicos orgánicos, los neurólogos. Ya no tratamos de mantener un estándar, la anatomía humana es el lienzo y la creatividad el límite. Diseñamos, desarrollamos e implantamos órganos nuevos, Funciones y procesos biológicos completos son reestructurados. El tipo que come páncreas fue producido entonces. Un experimento de “re-abastecimiento de moléculas complejas en el campo”. Estamos llegando al millón por cuerpo. Pero el Pentágono prevee más guerras y menos reclutas. Es ese momento cuando me presentan al coronel y me involucro con Proteo. Usted sabe, un ejecutivo joven quiere hacerse de un nombre. Se me ocurre la gran idea. Para la fase III traemos ingenieros, físicos nucleares, físicos cuánticos. La biología dejar de bastarnos. En ese punto, ya no mejoramos personas. Concebimos productos completos.
            La humanidad se ha quedado atrás.
            Incorporamos algunos programadores, ya no podemos confiar en los instintos naturales de los sujetos. Cuando tu sistema nervioso es una espuma cuántica de partículas virtuales, es obvio que no tienes nada en común con nosotros. Cuando puedes volar manipulando los campos magnéticos de la Tierra, cuando tu súper fuerza es impulsada por cinco reactores atómicos en miniatura, la gente tiende a ponerse nerviosa de no poder razonar contigo. Así que instalamos barreras mentales. Software de seguridad.
            El Pentágono está para entonces en una racha, y es como si todo el complejo industrial-militar de Estados Unidos se hubiera alcoholizado. Ellos nos vienen con la iniciativa de la fase IV. Nanotecnología, Materiales inteligentes. Computación fotónica. Ciencias que tienen apenas su primera generación de graduados se incorporan.
            Y es ahí cuando al general le fallan los cables. Se pone fanático. Habla de la divinidad, de fabricar Mesías. Un día, entra hasta la bóveda central. Sin más ni más, desactiva las barreras mentales de todos los productos. ¿Ha visto la grabación? El desgraciado está sonriendo mientras un fase IV disuelve sus átomos. La noticia se la doy yo mismo al presidente de BioGen, quien apenas colgar el teléfono, se vuela la tapa de los sesos.
            Y ahora yo, el pobre Bob, estoy aquí con usted, narrándole como dejamos libres a los dioses. Y todo lo que puedo pensar, es si cuando el tipo que come páncreas aparezca en las noticias, las acciones de BioGen se van a hundir en la tierra...o van subir hasta la estratósfera.


Por Jorge Nájera.

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